Panadería Masitas Ruhue

"Quería desarrollar las habilidades de cada paciente, de modo que pudieran experimentar autonomía y satisfacción"

Eliana Amirá es una terapeuta ocupacional que al trabajar con personas esquizofrénicas, decidió crear una pastelería donde los pacientes pudieran hacer y vender productos, logrando un ingreso digno y ser un aporte para sus familias.

La panadería Masitas Ruhue llegó a tener dos locales atendidos por más de 25 personas, pero por razones de fuerza mayor, durante el estallido social y la pandemia del COVID-19, el negocio no pudo seguir funcionando.

A pesar del término de esta iniciativa, los pacientes del centro psiquiátrico agradecen de gran manera la entrega de Eliana durante la existencia de la pandería.

Eliana Amirá Paredes es terapeuta ocupacional. Durante muchos años se desempeñó en el Hospital Psiquiátrico de Avenida Perú como rehabilitadora de una de las patologías más complejas de la salud mental, la esquizofrenia. Esta tenía la cuestionable reputación de ser una de las enfermedades psíquicas más severas, más rebeldes y problemáticas, asociada en muchos casos a violencia en los enfermos. Pero a partir de los años 90 ha habido una verdadera revolución en los medicamentos que están a disposición de estos pacientes, lo que ha mejorado en forma considerable su calidad de vida, con una disminución acentuada de los síntomas más graves de esta patología, como son los brotes psicóticos, delirios de persecución, de percepción, como voces o alucinaciones, alteraciones del pensamiento y de la realidad, en suma. Aunque la enfermedad se suponía incurable, ha ido encontrando medios muy efectivos de estabilización y remisión de sus síntomas. Sin embargo, esto en relación a la sintomatología más grave, porque pese a los avances, los pacientes siguen lejos de llevar una vida normal. Como ocurre en casi todas las enfermedades psíquicas, quienes la sufren deben sobrellevar el estigma, no solo frente a la sociedad, si no también ante sus seres más cercanos, que suelen verse en dificultades para manejar los ánimos y comportamientos de ellos De esta manera se convierten en una carga nada fácil para sus cuidadores.

A todo lo anterior se suma el hecho de que el esquizofrénico, más allá de los síntomas severos, padece también a veces, un daño intelectual: mayor lentitud en la comprensión y en el pensamiento abstracto, así como problemas de memoria y de aprendizaje; en general, de agencia. Indudablemente ocurre que con baja ocupación y estimulación de sus facultades hábiles, ellos caigan en el desaliento y la pesadumbre. Otros pueden ser en cambio muy despiertos. Pero en ambos casos es necesaria la estimulación constante de sus capacidades cognitivas.

Esa ha sido la tarea persistente de Eliana Amirá: potenciar las habilidades que cada paciente puede desarrollar, en el campo ocupacional o recreativo, educacional o laboral, de modo que puedan experimentar sensaciones de autonomía y satisfacción. Uno de los grandes problemas de los pacientes esquizofrénicos, es la baja resistencia al estrés. Los brotes psicóticos suelen ocurrir mayoritariamente ante eventos difíciles, cuando los enfermos se ven exigidos frente a situaciones que no saben cómo resolver. El tratamiento por lo tanto requiere de un ritmo muy acotado, paso a paso, de manera que logren ir salvando diferentes y sucesivas circunstancias donde no se vean amenazados por la exigencia.

Eliana Amirá trabajó durante muchos años en el hospital Psiquiátrico en los sectores de pacientes Agudos y Crónicos. Pero ocurría con éstos que cuando han sido medicados, estabilizados y dados de alta, deben retornar a sus casas, y enfrentados al ocio y la rutina, en muchos casos, de no hacer nada, sus problemas volvían a surgir. Para un paciente esquizofrénico la inactividad es la peor opción. El aburrimiento y la depresión, los malos hábitos, son las principales amenazas. Ella había constatado este ciclo nada virtuoso. El hospital creó entonces centros de rehabilitación diurnos, es decir, centros ambulatorios donde los pacientes pudieran asistir y recrearse con actividades como música, computación, cocina, y donde recibían además alimentación durante la jornada. El centro tuvo un gran éxito de acogida y el rubro más requerido por los enfermos fue el de cocina, más específicamente, la repostería. Hay que señalar que este centro recibía pacientes mayores de 18 años y hombres y mujeres, casi en igual proporción, si bien la enfermedad es mucho más prevalente entre los hombres. Muy pronto, el trabajo de los pacientes daría sus frutos. Ellos mismos comprendieron que sus esfuerzos podían ser retribuidos. Así es como comenzó una interesante producción de pan, de gran calidad, que ellos decidieron vender entre los habitantes del barrio de Av. La Paz. El éxito fue rotundo. Vendían toda su producción de pan y otras masas dulces.

Dirección:

Luis Carrera 1289, oficina 204, Vitacura

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