Patricia Pupkin creó la Fundación Amanoz, cuya misión es mejorar la calidad de vida emocional y afectiva de las personas mayores con programas de acompañamiento, a través de dos caminos: el voluntariado y la formación. De esta manera, se favorece la integración, la autoestima y la participación social.
Patricia se especializó en “aprender a envejecer” y comenzó a realizar talleres de desarrollo personal y afectivo en residencias de adultos mayores con un grupo de voluntarias. El proyecto creció y hoy en día cuentan con una red de 120 personas que realizan talleres en 23 residencias de la Región Metropolitana. En estas se acompaña semanalmente a 250 personas.
Además, desde la pandemia se puso en marcha un nuevo programa de acompañamiento telefónico Amanoz Acompaña para personas mayores a lo largo de todo el país. A la fecha más de 450 voluntarios llaman semanalmente a más de 500 personas mayores que requieren de compañía y escucha.
Todo comenzó cuando ella cumplió los 30 años y decidió estudiar Orientación Familiar luego de haber educado a sus tres hijos. Se había casado a los 17 años, porque su pololo de aquel entonces, Juan Carlos Kantor, tenía decidido emigrar a Alemania. Ella le dijo que no lo esperaría si el decidía irse solo, por lo que se casaron y partieron a Frankfurt, en donde vivieron dos años.
Fue en ese paso por el Instituto donde descubrió que sentía unas profundas ganas por ayudar a los mayores de edad, en especial aquellos que se encontraban más solos. “Trabajo hace años con las personas mayores, porque no se les dice abuelitos ni adultos mayores”, cuenta Patricia.
Se especializó en el tema “Aprendiendo a envejecer”, y en el año 2000 cumplió su sueño cuando con el apoyo de su marido creó la Fundación Amanoz, cuya misión es mejorar la calidad de vida emocional y afectiva de las personas de la tercera edad.
En los inicios, Patricia reunió a un grupo de voluntarias para que juntas fueran todas las semanas a realizar talleres de desarrollo personal y afectivo a una residencia de adultos mayores. El proyecto creció de tal forma que hoy tienen una red de 120 personas que van a distintas residencias de adultos a dictar charlas y talleres.
En el 2014, su marido perdió la vida en un trágico accidente en el lago Villarrica. Ese año Patricia decidió honrar la memoria de quien la había ayudado a crear su proyecto y renombró la Fundación AMANOZ Juan Carlos Kantor.
La voz de Patricia suena llena de vida, porque siempre fue una mujer rebosante de vitalidad. Además de cuidar de sus tres hijos y regalonear a sus 11 nietos, fue consejera de la municipalidad de Vitacura, miembro de las comunidades de organizaciones solidarias y es amante del teatro y el cine. Pero ella decidió que no podía ignorar la realidad en la que viven las personas de la tercera edad que no tienen recursos.
Ella no sólo soñó con cambiar su mundo. Ella lo está haciendo.
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