“Veo el arte como una segunda oportunidad y una expresión del alma en los niños con cáncer".

Carolina Galaz es la creadora de la Fundación Lacaracola, a Ser Feliz, cuyo objetivo es acompañar a niños y adolescentes con cáncer en la red de hospitales de la salud pública. A través de su metodología, busca mejorar su calidad de vida lo más posible, dado el contexto de su enfermedad.

La Caracola, trabaja físicamente en el hospital Calvo Mackenna, donde se reciben aproximadamente 300 pacientes desde Arica a Punta Arenas al año.“Vi una necesidad de parte de los niños enfermos de ser más que la enfermedad. Merecían ser acompañados para que su vida no quedase estancada y se forme una oportunidad de aprendizaje y autoconocimiento”, dice.

Respecto a la labor de las mujeres que integran la Red Impacta, Carolina menciona que “es esperanzador formar parte de un grupo donde todas estamos trabajando por un mejor país”.

Fundadora de Lacaracola A Ser Feliz, ganó el Premio Mujer Impacta en 2016 por esta iniciativa donde acompaña a niños y jóvenes con cáncer durante su tratamiento y cuidados paliativos, desarrollando la expresión emocional y creatividad a través del arte terapia.

“Creo que el arte es la herramienta compañera para toda la vida, porque cuando trabajo en cuidados paliativos con un niño y lo acompaño en el fin de su vida, lo que crea artísticamente se transforma en su legado”, comenta Carolina Galaz, autora de la Fundación Lacaracola A Ser Feliz, que tiene como objetivo acompañar a niños y adolescentes con cáncer mediante el arte terapia.

Carolina nació en Santiago en 1967, del matrimonio entre María Teresa Lladser y Gaspar Galaz, destacado escultor chileno y profesor de Estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Por años se consideró una niña distinta, le complicaba la manera convencional en que enseñaban en su colegio. Su mamá, siendo profesora, la ayudó a sobrepasar las dificultades académicas y a encontrar sus capacidades en otros ámbitos de la vida. Según sus palabras, ambos le dieron la pasión que tiene hoy en día por todo lo que hace.


Siempre tuvo un gran amor por el arte. Desde chica bailaba y en 1986, con 19 años, decidió ir a vivir a Estados Unidos a seguir sus sueños. “Me dedicaba a bailar danza moderna y a sobrevivir. Me fui sin ningún tipo de recurso económico, sin un seguro. Fue súper duro, pero bailar era lo único que quería hacer en mi vida”, confiesa.

Años después tuvo una lesión en el tendón de Aquiles y no pudo seguir bailando, lo que fue muy difícil para ella. Gran parte de su recuperación la hizo en el agua y fue ahí donde conoció la matronatación -actividad acuática en la que se busca la estimulación temprana del bebé y reforzar el vínculo afectivo entre los miembros de la familia- y decidió hacer un curso para poder enseñarla. “Aluciné, me di cuenta de la importancia del agua, tenía que ver también con volver al útero y empezar de nuevo. Soy una convencida de que la vida está llena de oportunidades, a pesar de todo lo que cuesta a veces sobrepasar las dificultades”, reflexiona Carolina.

Luego de vivir diez años en Nueva York, imposibilitada para bailar, tuvo que tomar la decisión de volver a Chile. Los primeros dos años hizo clases de matronatación, pero añoraba trabajar desde el arte. Durante su estadía en la gran manzana, había tenido la oportunidad de estudiar expresión artística en el MoMA. Ahí aprendió que podía poner su creatividad al servicio de lo que quisiera. Un día decidió cambiar de rumbo y volver al arte, a trabajar con niños.

“Me dediqué a hacer un taller y fui creando un método, donde el niño iba plasmando sus necesidades a través del arte, sus sueños, su manera de ser. Tenía que ver con el trabajo manual de aspectos emocionales que yo quería ir desarrollando en ellos”, explica.

Más de 3.000 niños pasaron por este taller que duró 20 años. En 2010 decidió implementarlo en algún área vulnerable de la sociedad y en 2013 la Fundación Vivir Más Feliz la llamó para que fuera parte de las terapias complementarias en el Hospital Luis Calvo Mackenna.

“Entregué una propuesta para que los niños con cáncer tuvieran terapia a través de las artes expresivas. Fui modificando este método para ponerlo al servicio de la enfermedad, viéndola como una oportunidad de creación. En 2016 fundé Lacaracola A Ser Feliz y decidí dejar la educación y dedicarme únicamente a la salud”, comparte.

Una expresión del alma

Para Carolina, darle un nuevo rumbo a su vida y trabajar en la red de salud pública, fue una decisión de la que no se arrepiente. Diseñó diez programas distintos para cada diagnóstico y tratamiento del cáncer, iniciativa por la cual ganó el Premio Mujer Impacta en 2016.

Respecto a este reconocimiento, con el que se pudo integrar a una red de emprendedoras sociales, expresa: “Me enorgullece impactar. Impacta lo que creé y eso me encanta. Me siento agradecida y privilegiada de ser parte de la fundación. Mujer Impacta es visibilidad y esto me ha dado muchas oportunidades”.

Dentro de la metodología Lacaracola, también agregó 16 herramientas distintas que benefician, fortalecen y acompañan el desarrollo emocional durante la enfermedad. Esto, en base a la “creación de espacios de confianza y trabajo con reciclaje hospitalario, para la resignificación del dolor y del miedo”.

“Veo el arte como una segunda oportunidad. Es una expresión del alma y por lo tanto, es el lugar de encuentro con la identificación, expresión y elaboración emocional”, dice Carolina.

Cada año 500 niños se enferman con cáncer en Chile, y de estos, 400 son parte de las terapias de Lacaracola A Ser Feliz. En el Hospital Luis Calvo Mackenna la fundación atiende aproximadamente a 300 niños y jóvenes, a través de la unidad de medicina integrativa del centro, mientras que en el Hospital Roberto del Río trabajan con 100 niños que han sido diagnosticados con cáncer, que están en cuidados paliativos o en el final de la vida.

“Cuando los niños están en ese proceso de ponerle apellido a su cáncer, yo hago con ellos cuatro sesiones donde los acompaño en ese shock, para que puedan reconocer sus fortalezas”, explica Carolina Galaz, “después de eso, a partir del resultado que tengan, entran a distintos programas. Dependiendo del caso, la terapia va acompañada de sus papás o cuidadores”.

Resignificando el dolor

Carolina Galaz comenta que trabajar en cuidados paliativos es una decisión: “Un cáncer es el encuentro con el dolor permanente. Yo acompaño desde el arte, desde la creatividad, entonces, se transforma en un espacio seguro y único”.

Cuenta que su método ha entregado alivio y una mirada distinta en momentos de mucho estrés para quienes viven esas circunstancias. “El poder manifestar la frustración a través del arte, te muestra algo que no viste antes. El arte siempre tiene esa ventana de luz”, reflexiona.

Carolina es una convencida de que su trabajo estaba destinado: “Esto es lo que vine a hacer en mi vida. Esto es lo que me mueve, mi pasión y mi ofrecimiento a la vida. Vine a ofrecer la oportunidad de mirar con el arte, lo que el alma no puede. Los niños están en mi corazón y los honro por el encuentro y por cómo este método, fue tan importante para ellos”.

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