«La verdadera ciencia de las artes marciales significa practicarlas de tal forma que sean útiles en cualquier ocasión, y enseñarlas de tal forma que sean útiles en todos los caminos»
* Miyamoto Musashi
Con tan solo 11 años, Catalina Cabrera (51) dejó el ballet para dedicarse a las artes marciales, una decisión que no sabía la sacaría adelante en sus momentos más difíciles. Menos sospechó que sus conocimientos ayudarían a cientos de mujeres del norte de Chile.
Tras ocho años de práctica, en 1991 consiguió la categoría de profesional y comenzó a dar clases de defensa personal en Arica bajo el nombre de Talleres de autoestima y desarrollo de la personalidad.
Catalina ha vivido toda su vida en la ciudad de la “eterna primavera”. Ahí creció, se enamoró y se hizo madre. Pero lo que comenzó como una linda historia de amor, terminó en una pesadilla: “Salí de mi hogar y entré a la boca del lobo. Pensé en un momento que él era el amor de mi vida, pero destruyó todo con violencia emocional, física y psicológica. Tuve que empezar a rearmarme emocionalmente y a concentrarme en lo que había aprendido de las artes marciales”, comparte.
Una vecina y un amigo la impulsaron a tomar la decisión de alejarse de ese ambiente. “Agarré mi mochila, dos mamaderas, leche y partí. Esa fue mi oportunidad y ahí me di cuenta de la importancia de las redes de apoyo. Por eso decidí rescatar a mujeres que estuvieran viviendo procesos de violencia doméstica y se sintieran abandonadas”. Fue así como Catalina se convirtió en emprendedora social, enseñando artes marciales a las mujeres de su ciudad.
Para ella, cuando una mujer usa una herramienta para salir del círculo de violencia y aprende artes marciales, “renace su energía, su ser, aprende nuevos valores y principalmente a cómo defenderse emocionalmente”.
Catalina siguió capacitándose en el tema y en ese camino se dio cuenta de la poca visibilidad que se le daba a las mujeres que habían sido sobrevivientes de violencia doméstica: “No hay reparación emocional gratuita, no hay articulación de redes y tampoco inserción laboral ni para las sobrevivientes, ni para sus familiares, por eso vi una necesidad de que las mujeres se empoderaran y pudieran tener más seguridad para salir a la calle, por lo que creé la ´Agrupación de mujeres una sola voz´”.
Efecto dominó
El impacto del trabajo que hace con las mujeres, incide también en sus familias: “Detrás de una mujer rescatada que vive cuadros de violencia, están los hijos. Entonces tú no estás rescatando solamente a la mujer, sino que estás rescatando a su entorno”.
¿Cuál es la base de la enseñanza de la defensa personal que ella ha masificado?: “La protección emocional del ser humano. “Si yo no tuviera la protección emocional que aprendí de las artes marciales, quizás no sabría quién soy hoy. Si tú no tienes la fuerza mental de poder cruzar la puerta de tu casa, es imposible avanzar”, responde la instructora.
“Cuando hablamos de clases de defensa personal, las personas piensan que es algo físico. Yo trabajo las emociones y enseño técnicas de autodefensa según cada cuerpo y realidad. Si las personas tienen alguna necesidad especial o discapacidad, acomodo las clases para ellas”, explica Catalina y agrega que lo más importante es ayudar a las mujeres a levantar la autoestima y desarrollar su personalidad tras salir de un círculo de violencia.
Por su ayuda a cientos de mujeres y sus familias, Catalina ganó el Premio Mujer Impacta 2018. “La Fundación Mujer Impacta me visibilizó y me dio un empoderamiento súper positivo y constructivo. Me dejó en una vitrina y me abrió muchas puertas. Hoy en día pertenezco a una Confederación Mundial de Arte Marcial y de Contacto donde soy la secretaria mundial, y tengo una medalla al mérito como Hija Ilustre de Arica”.
Volver a levantarse
Catalina Cabrera, quien es trabajadora social desde 2015 y está felizmente casada en segundas nupcias, ha impartido múltiples cursos y actividades para las sobrevivientes, además de participar en colegios y juntas vecinales para educar sobre la prevención de la violencia, drogas y alcoholismo. Todos sus proyectos van enfocados en la prevención de la violencia hacia la mujer, así como también hacia el adulto mayor, niños, jóvenes y hombres.
Finalmente, Catalina sostiene que “las artes marciales me dieron un poder de reacción, de desarrollo de mis conocimientos, de fortaleza de mi ser. Por esto yo le digo al resto de las personas que caigamos, lloremos, pero levantémonos de nuevo. Démonos una oportunidad de salir adelante. Las artes marciales nos enseñan cosas, como el poder de la resiliencia”.