"Las personas en situación de calle se ponen felices porque los valoramos, ya que ante el resto de la sociedad se sienten invisibles".

Patricia es una ejecutiva bancaria y bombera, que viendo las necesidades que tenían las personas en situación de calle, creó la agrupación Acción de Calle, en donde les entrega ropa, higiene, comida y cariño.

Desde que se formó la agrupación ha ayudado a más de 600 personas de Lampa y Santiago, especialmente en los sectores más vulnerables de Santiago, Recoleta, Estación Central y Quinta Normal.

Esta ganadora del Premio Mujer Impacta 2021, reflexiona: “Si todos aportamos con algo hacemos un mundo mejor. Quienes no viven en la pobreza deben sentirse agradecidos tanto de sus propios esfuerzos como de la vida que afortunadamente les tocó, pero no se puede avanzar con anteojeras, sin importar que al lado haya alguien en el suelo, enfermo y hambriento”.

Desde que tiene memoria Patricia Díaz tiene las ganas de ayudar al prójimo. Hace más de 30 años, cuando tenía solo 22 años, ingresó a bomberos en la comuna de Paine pensando en cumplir con esa voluntad. Sin embargo, encontraba que no era suficiente para ella.

 

Por casualidad llegó a un grupo que apoyaba a personas en situación de calle cerca de La Vega y estuvo un año con ellos. Pero decidió ir más allá y formar su propia agrupación, Acción de Calle, donde, en sus palabras, va “en búsqueda de los más olvidados, aquellos que en las noches encuentras durmiendo en una esquina, tapados con una frazada encima de un cartón”.

Decidió hacerlo, dice, porque las personas en situación de calle han sufrido mucho: “todas tienen historias potentes y viven el día a día para sobrevivir, si bien sus necesidades son el alimento, techo y abrigo, su mayor necesidad es recibir amor, porque viven en el más absoluto abandono. Ellas necesitan una conversación y muestras de cariño, eso es lo que hace Acción de Calle, yo le llamo misericordia”.

 

Pese a que realiza esa labor de forma permanente desde hace casi 10 años, en Lampa y Santiago -especialmente sectores vulnerables de Santiago, Recoleta, Estación Central y Quinta Normal-, y a que ha sido reconocida por la Fundación Mujer Impacta por lo mismo, Patricia dice que “solo” es una persona que, si bien ha tenido grandes obstáculos para avanzar y crecer, ha tenido fortalezas que la han permitido hacerlo principalmente como persona. “Para mí, si no se crece en lo humano no hay un verdadero crecimiento”.

Fue madre a los 16 años, sacó la carrera técnica tras mucho esfuerzo y asegura que ha pasado por “grandes dolores”. Pero todos estos los transformó en amor a sí misma y a los demás. “Ese amor que he entregado ha curado mis heridas, las personas a las que asisto me entregan tanto amor que lo que yo les entrego no es nada en comparación al de ellos, su felicidad me hace feliz”, dice.

Hoy, a sus 52 años, ya perdió la cuenta de a cuántas personas ha ayudado. “Los primeros 3 años visitábamos a unas 150 personas, los siguientes 3 años casi 300 y desde el estallido social atendemos a 150 sin interrupción, ni siquiera en pandemia. En esta última vimos cómo las personas en situación de calle no se podían movilizar en busca de alimento por el toque de queda, su situación era extremadamente difícil: hambre, frio…”, cuenta.

Pese a eso, cada vez que visita a personas en situación de calle siente que estas están felices de verla en cada jornada. “Para ellos es un día de felicidad, un día importante, porque los visitan personas que los valoran, porque ante el resto de la sociedad se sienten invisibles, saben que los vemos como un ser humano igual a nosotros y que lo hacemos con amor”, dice, añadiendo que “sonríen, hoy muchos sonríen y cada sonrisa ilumina mi corazón y muchas veces no puedo evitar que asomen lagrimas a mis ojos”.

“Las personas con las que trabajo hoy tienen más ganas de luchar, hoy sienten que pueden tener mejores condiciones de vida, que merecen tener un buen trato al igual que todos, que son personas y hay algunos como nosotros, que estamos acá para ayudarlos, para abrazarlos si el dolor ya no les permite estar de pie, que los levantaremos y les daremos consuelo las veces que lo necesiten. En resumen, que no están solos, que este mundo no es tan malo que solo hay personas que no conocen ni entienden su realidad”, comenta, emocionada.

Por eso, Patricia cree que la sociedad es responsable tanto de lo bueno como de lo malo. Cree que la extrema pobreza, como la de las personas a las que visita, es el resultado de la desigualdad, de la mala administración de los recursos. “No podemos pensar que esto es mío y no importarnos que el resto no tenga, porque si todos aportamos con algo hacemos un mundo mejor. Quienes no viven en la pobreza deben sentirse agradecidos tanto de sus propios esfuerzos como de la vida que afortunadamente les tocó, pero no se puede avanzar con anteojeras, sin importar que al lado haya alguien en el suelo, enfermo y hambriento”, sostiene.

“Si tan solo cada uno de nosotros diera su mano a otro más desvalido, aunque sea un pequeño gesto le podemos cambiar la vida a alguien, porque a veces solo necesitamos un gesto que nos dé impulso para luchar cuando sentimos que todo está perdido y con ello hacer de este un mundo mejor”, concluye.

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