La religiosa que trabaja en la Pastoral de la Diversidad Sexual enfatizó que si no sabemos de abusos contra las mujeres en la Iglesia Católica «es en parte porque hemos naturalizado el abuso y porque no existe la confianza o el lugar apropiado donde acudir para poder compartir lo que han vivido».
La religiosa María Eugenia Valdés, del Sagrado Corazón de Jesús, también es acompañante de la Pastoral de la Diversidad Sexual, integrada por gays y lesbianas católicos, quienes viven la fe pese a que la Iglesia condena sus actos.
Valdés, quien vive en una población de Reñaca Alto, habló con The Clinic acerca de los abusos dentro de la Iglesia, las responsabilidades y el machismo en el clero.
«Yo, siendo religiosa, -me sé parte de la Iglesia entendida como todo el pueblo de Dios-, me siento muy distante de la manera de proceder de la jerarquía chilena, muy triste por su falta de empatía con las víctimas, frente a la situación de la Iglesia en Osorno y también por la manera de proceder en otros temas, como las intervenciones de don Ricardo Ezzati a propósito de la Ley de Identidad de Género. En fin, es una sumatoria de desatinos y actuaciones que reflejan lejanía de la realidad de la gente, que es con quienes estamos llamados a caminar», expone.
A su juicio, a pesar de las renuncias de algunos obispos, todavía no ve a la «Conferencia Episcopal en su conjunto manifestando humildad alguna. Hay más bien soberbia, casi como diciendo ‘ya no sigamos hablando más del tema’, y eso no corresponde, menos a un pastor que tiene que acercarse todo el tiempo a su rebaño y cuidarlo», argumentó.
La religiosa cuestionó la decisión de Errázuriz respecto a la denuncias contra Karadima: «A él no le pareció verosímil la denuncia contra Karadima. Pero al aparecer otra víctima, ¿por qué, por último, no se abrió a escucharlas? Cuando hablamos de maltrato, yo creo que acá fue él quien maltrató a las víctimas, él las ninguneó. En vez de decir que se equivocó, está preocupado de cuidar su nombre, su identidad de Cardenal, su puesto. Falta, insisto, humildad y caridad, que es lo propio del Evangelio, de un acto de amor».
Valdés señaló que la institución cristiana ha perdido el foco respecto de su misión en el mundo: «Yo entré a la vida religiosa entusiasmada y animada por la Iglesia de los años ochenta, una Iglesia comprometida, jugada por los derechos humanos, por los más pobres, con testimonios audaces. Pero duele también el que hoy tenemos sacerdotes de esa misma época acusados de abusos».
«Cuando hablamos de la situación de Karadima, es de público conocimiento que se codeaba con grandes empresarios y con gente del mundo de la “elite” de la derecha. Y se producía algo que para mí es muy siniestro porque esa gente se sentía respaldada por este hombre, supuestamente hombre de Dios, casi santo. Entonces el hombre de Dios casi santo termina avalando tus conductas de falta de compromiso con la justicia social y tu pensamiento político», reflexionó.
Junto a Judith Schönsteiner, la religiosa escribió una columna que se pregunta acerca del rol de las mujeres en la iglesia y el destape de los abusos contra ellas: «Estoy segura de que debe haber mujeres abusadas y si no lo sabemos, es en parte porque hemos naturalizado el abuso y porque no existe la confianza o el lugar apropiado donde acudir para poder compartir lo que han vivido. Cuando digo mujeres abusadas me refiero a laicas y consagradas. Hay consagradas que se han sentido abusadas por sus superioras pero no se atreven a hablar, por eso es importante crear condiciones para ello».
Valdés aseguró que las mujeres deben ser escuchadas dentro de la Iglesia y también «invitadas a dialogar a buscar respuestas en conjunto y a tener responsabilidades dentro de la estructura eclesial porque el mundo es mixto y la mujer tiene que ser escuchada».
«Yo creo que hay que arriesgar la palabra; la mujer tiene que ser capaz de arriesgar su palabra, porque a veces se queda muy callada y naturaliza ese “silencio”. A veces podemos sentir que lo mejor es no hacer conflicto, menos con la situación actual, quedarnos con que lo que dijo el Papa ya es suficiente, pero creo que tenemos que arriesgar más la palabra e insistir», convocó a otras mujeres.
Desde su experiencia en la pastoral de la Diversidad Sexual, Eugenia Valdés comenta que «nosotros jamás hablamos de pecado. Muchos están pololeando y otros ya tienen un tiempo de convivencia, de hecho, yo he estado en alguna celebración de Acuerdo de Unión Civil y me ha tocado hacer alguna liturgia, oración donde juntos hemos rezado y pedido la bendición de Dios para uniones de parejas gais y lesbianas. Y ha sido precioso… Ya no puedes estar juzgando; ellos han hecho una opción de vivir su sexualidad sanamente, han sido personas honestas, valientes en reconocerse y acogerse desde su identidad más honda y yo doy gracias a Dios y a ellos por permitirme ser parte de sus caminos y acompañarlos y tratar de vivir el modo de Jesús que acoge, libera e invita a amar».