Un mes después del inicio de las clases presenciales en varios establecimientos del país, profesores, estudiantes y padres han podido percatarse de cuáles han sido los principales impactos de la pandemia en los menores, y la importancia de las clases presenciales: “El retorno a clases es necesario no sólo por el retraso en términos de aprendizajes curriculares, sino también por la salud mental, bienestar y desarrollo integral de niños y niñas”, comenta Bárbara Soto, reconocida por la Fundación Mujer Impacta en 2015 por su iniciativa “Yo Elijo”.
“La infancia es para mí el grupo más afectado e ignorado de la pandemia. Se habló mucho durante este tiempo de las necesidades de ‘los chilenos’, pero poco de la de los niños. Por ejemplo, de la necesidad de luz solar, de juego, de sociabilización, las tres fundamentales para su desarrollo”, afirma, añadiendo que es por eso que, de hecho, la educación y el juego son derechos establecidos en la Convención de los Derechos de niños y niñas. “En Chile aún tenemos un largo camino por recorrer en relación con el interés superior del niño y esta pandemia ha sido un buen llamado de atención para empezar a avanzar más rápido; no podemos seguir perdiendo generaciones preocupándonos de lo urgente y dejando de lado lo importante”, agrega.
Susana Navarro, Premio Mujer Impacta 2013 por su labor en la Escuela Presbiteriana El Salvador, coincide. Si bien plantea que el retorno a clases ha sido “hermoso”, porque los niños “están corriendo, saltando, gritando, divirtiéndose” y que eso, “escuchar las voces de los niños en la escuela” es lo que a ella le “vibra el corazón”, Susana también reconoce que el regreso ha ido de la mano con una serie de dificultades: “Desde la perspectiva pedagógica hay importantes vacíos, pero eso se puede adquirir, se puede desarrollar. Cuando hay un trabajo estricto, un trabajo con propósito, no improvisas, eso se va a suplir”, comenta.
“También encontramos que los niños venían torpes, con dificultades motrices. Porque pasaron un período de crecimiento encerrados y hubo poca motivación al tema de la motricidad. Otra de las falencias que vimos es que les cuesta mucho expresarse, decir lo que les pasa. Creemos que eso del teléfono y la pantalla, del escribir, limitó la expresión verbal. Pasa mucho que dicen ‘eso yo lo sé, pero no lo quiero decir’ o ‘me da vergüenza’. Pero estamos trabajando harto en eso, en la fraternidad, la solidaridad con ellos”, relata.
En ese escenario, Susana sostiene que los profesores “están a full” porque se han ido adaptando no de acuerdo con sus propias necesidades, sino según las de los niños. “La escuela existe porque hay niños”, puntúa. A pesar de lo anterior, nuestra premiada sostiene que ha quedado demostrado que la escuela es un espacio sumamente importante en la historia de los niños. “La escuela es un factor determinante en todo que tiene que ver en la formación humana. El vínculo del profesor con el estudiante, la preocupación de saber cómo están, de tener un espacio seguro, etc., los hace vivir de manera distinta. En la escuela hay una liberación del yo. Del yo conjugado de una forma completa, de la parte física, motriz, emocional, cognitiva”, explica.
Por su parte, Nadia Valenzuela, reconocida en 2018 en nuestro Premio de Regiones La Araucanía por sus granjas espaciales, todavía no regresa a clases presenciales. Lo hará el próximo 13 de septiembre. Dice que lo que más rescata de la pandemia es que pudo pasar más tiempo con los suyos, enfocarse en la educación de su hijo, compartir los quehaceres diarios y consolidar aún más los lazos familiares. Sin embargo, reconoce que el retorno es muy importante para “seguir consolidando los aprendizajes de los estudiantes y acortar la brecha social, además el que puedan socializar con sus compañeros les hará muy bien”, y agrega: “Estoy muy asustada, pero confiada en que todo saldrá bien”.