1929-1993

Dueña de una belleza clásica y elegan- te, cuesta imaginar que esta hermosa mujer nacida en Bélgica y convertida en estrella de Hollywood, fuera alguna vez insegura. Musa de Givenchy y protago- nista del famoso filme Desayuno con diamantes, no le gustaba su apariencia flacucha y se consideraba una actriz regular, pese a que ganó dos premios Oscar, tres Globos de Oro y otros tantos galardones a lo largo de su carrera. Su verdadera pasión era la danza y, aun- que siguió clases de ballet clásico, debió abandonarlo debido a las secuelas que dejó en su cuerpo la mala alimentación que recibió durante la Segunda Guerra Mundial. Vivió grandes penas –el aban- dono de su padre, dos fracasos matri- moniales y la pérdida de dos embara- zos, pero finalmente experimentó con plenitud la maternidad con sus dos hijos y encontró a su compañero perfecto: Robert Wolders. Inspiradora y admirada como pocas, dedicó sus últimos días a ayudar a los niños más vulnerables del mundo como embajadora de buena voluntad de Unicef, organización que apoyó desde 1954. El cáncer le arrebató la vida tempranamente a los 63 años. 

Se dice que nunca le diste mucha importancia a tu fama en Ho- llywood…
Es cierto. Quizás porque desde peque- ña me enseñaron que no debía llamar la atención. Todavía me parece oír la voz de mi madre diciéndome: “Acuér- date de pensar primero en los demás”, “No hables demasiado de ti misma, los otros son los que cuentan”. 

Eso debió haber influido en tu perso- nalidad introvertida.
Y otras cosas también. La guerra, por ejemplo. No fue una pesadilla, yo estu- ve allí. Vivía con mi madre en Holanda y, como otros niños de mi edad, arriesgué mi vida llevando mensajes ocultos en los calcetines y sirviendo de enlace con los pilotos aliados. Quedarnos sin comida, temer por la vida, los bom- bardeos… Todo lo anterior me convirtió en una persona fuerte y terriblemen- te agradecida por lo bueno que vino después. 

Naciste en Bélgica, viviste tu infan- cia en Holanda e Inglaterra… ¿Cómo te convertiste en estrella de Ho- llywood? 

Llegué a esta profesión por casualidad. Trabajé muy duro, eso lo reconozco, pero sigo sin entender cómo pasó.
No pude dedicarme a la danza, pero tenía que ayudar a mi madre econó- micamente y busqué trabajo en el teatro, hasta que me ofrecieron hacer mi primera película en Europa. Luego vino lo de Hollywood. Me pidieron que actuara, que cantara, que bailara con Fred Astaire y que hiciera muchas co- sas para las que no estaba preparada. Todo lo conseguí trabajando y enfren- tándome a mis miedos. 

¿Por qué quisiste pasar tu último tiempo en Suiza?
Quería estar cerca de las montañas frente a un humeante fuego, con mis hijos y mi querido Robert. La vida me dio mucho más de lo que nunca soñé. Ser actriz fue sólo un trabajo. Después empecé a disfrutar más intensamente como persona, ayudando a los más débiles, a los niños. Asumí mi labor en Unicef con la misma entrega y discipli- na con la que entré al mundo del cine. 

* Frases adaptadas para efectos de esta nota, a partir de citas extraídas del libro “Divas rebel- des, de Cristina Morató