1923-1977
Soprano nacida en EE.UU. de padres griegos, ha sido catalogada como la cantante de ópera más eminente del siglo XX. Tuvo una vida glamorosa en su adultez, pero difícil siendo niña. Muy dedicada a su arte, elegía los espec- táculos en los que participaba y, antes del debut, se aprendía de memoria cada paso que debía dar en el esce- nario, dada su gran miopía. Capaz de revivir el bel canto, se le llamó“La Divina”, una mujer apasionada, que tuvo un fracaso matrimonial a la vez que un gran amor, el magnate Aristó– teles Onassis.
¿De qué manera se han relacionado en tu vida la música y el amor?
Sólo existe un lenguaje para la músi- ca; lo mismo que en el amor. Se ama, se respeta y se honra. Nunca se debe mentir, ni traicionar. Naturalmente hay que tener lealtad y gratitud también, pero sin exagerar.
Tuviste una niñez difícil y has confesado que no te sentías que- rida por tu madre… ¿Cómo saliste adelante?
Desde mi infancia sé que las per- sonas que me han rodeado no tenían juicio, por lo tanto no he tenido más que dos alternativas: actuar como ellos lo hacían o como yo creía que debía hacerlo. Si uno logra no hundirse, el triunfo sólo radica en uno mismo… Nada se me ha dado fácilmente, pero no me importa el sacrificio si con él puedo alcanzar el resultado apetecido.
¿Es verdad que aprendías de me- moria los pasos que debías dar en el escenario?
Me preparaba para los ensayos, como lo haría para el matrimonio. Una ópera comienza mucho antes de que el telón se levanta y termina mucho des- pués de que se ha reducido. Empieza en mi imaginación, se convierte en
mi vida, y se mantiene en parte de mi vida mucho después de que he deja- do el teatro.
Comenzaste muy joven tu forma- ción en el Conservatorio. ¿Sientes que por ello perdiste parte de tu adolescencia?
Debería existir una ley en contra de obligar a los niños a exigirse a una edad temprana. Los niños deben te-
ner una infancia maravillosa; no se les debe dar tanta responsabilidad.
¿Te arrepientes de haber seguido este camino?
Si he descubierto algo en estos años de sacrificio, es que yo no cambiaría por nada, ni por todo el dinero del mundo… Todo el mundo me ha rendido honores. Así que, aunque una revista hable mal de mí, no me importa. Enfrentémonos con la realidad: soy una mujer honrada, adorada y venerada, no una mujer que se acuesta con uno y con otro, sino al contrario, que dice “no” a todos. Es un milagro que hiciera carrera. Soy alguien de quien pueden sentirse orgullosas muchas personas, aunque no sea así.
* Frases extraídas del libro “Callas”, de Ardoin y Fitzgerald.