Como padres, ha sido -para la mayoría- bastante complejo transitar todo lo que está sucediendo junto a nuestros niños. Muchos de nosotros, de haber sabido que tendríamos que pasar por esto, tal vez habríamos pospuesto el tener hijos y hoy estamos con un sentimiento de culpa por haberlos traído a un escenario así… Sin embargo, hay algo cierto: el mundo en el que vivimos hoy, no es más que una construcción de nosotros mismos. Y bajo esta premisa, el mundo del mañana será el que construyan nuestros hijos. Por esto, ¿qué mejor que aprender de los errores para comenzar a sembrar hoy una cosecha más fructífera y regalarles a nuestros hijos una sociedad más sana y solidaria para su adultez? 

El límite entre sobreproteger a nuestros hijos y exponerlos a saber, entender y ser parte de lo que acontece es bastante fino. Si bien como padres quisiéramos que nada malo les suceda, no son ajenos a la sociedad y al mundo en el que vivimos. Y como son parte, y esto es inevitable, debemos elegir el mejor modo de involucrarlos y convertirlos en agentes de cambio, para que su propio futuro sea mejor. 

Desde Mujer Impacta entendemos que uno de los valores esenciales para un futuro mejor es el que moviliza a todas las mujeres que han sido reconocidas por nuestra fundación: LA SOLIDARIDAD. 

La solidaridad es un valor que se puede definir como la toma de conciencia de las necesidades de los demás y el deseo de contribuir y de colaborar para su satisfacción. Y como toda virtud que tiene su correlato en la acción y conceptualmente no es fácil de entender por ser demasiado abstracto, creemos que el mejor modo de inculcarla en nuestros niños, es a través del ejemplo. 

Ningún niño nace solidario. La solidaridad, como tantos otros, es un valor aprendido. Y este aprendizaje, debe partir por casa. Desde muy pequeños les enseñamos a compartir sus juguetes con amigos y hermanos, les explicamos la importancia de ayudar a sus compañeros cuando lo necesitan… pero podemos y debemos ir un poco más allá. 

Todas aquellas conductas vinculadas al compartir, asistir, colaborar o ayudar, se deben traducir en un primer paso de un ejercicio clave para incorporar el valor de la solidaridad: debemos enseñar a ponerse en el lugar del otro, a ser empáticos. 

Durante su infancia, los niños son como esponjas, absorben cada cosa que los rodea (buena y mala), por lo que hay que fomentar todo tipo de actividades cotidianas que los lleven a adquirir estas cualidades positivas. 

Para que esto sea efectivo, necesitamos trabajar el vínculo con nuestros hijos. Debemos acompañarlos en este proceso de aprendizaje. Si ellos confían en nosotros, en lo que hacemos y en lo que les mostramos a través de nuestras propias acciones, será mejor recibido el mensaje que les transmitimos. Una buena comunicación, basada en un vínculo de confianza, genera que estos procesos de aprendizaje sean más reales, verdaderos, internos. Es muy distinto realizar una acción solidaria, que ser solidario como valor importante de nuestra personalidad. 

Además de nuestro propio ejemplo, podemos mostrar y contarles de otras personas que realicen labores solidarias. Si alguna resulta ser de su particular interés, incluso acompañarlos para que puedan aportar a dicha causa. Todo esto estará adaptado según su edad y gustos e intereses personales.

Partiendo con pequeños gestos

Como bien dijimos, el ser solidario se aprende desde pequeño. En la casa y en el colegio, donde los niños experimentan su primer marco social: ayudar a un compañero con su mochila, preocuparse por un amigo que se ha enfermado, compartir la tarea o conocimientos con quien ha tenido alguna dificultad, acompañar a quien está triste o alegrarse por el logro de otro, no dejar a nadie fuera de un juego. 

Y con el mismo énfasis en que estaremos reforzando todas estas actitudes positivas, es necesario mostrarles aquellas que no lo son tanto: también fomentamos la solidaridad cuando les decimos que han sido egoístas, agresivos o intolerantes con otros niños o adultos. 

Si bien hoy hablamos de la solidaridad, son muchos los valores que podemos fomentar en nuestros niños desde pequeños. Como decía Alejandro Magno: 

“De la conducta de cada uno depende el destino de todos”. 

Te dejamos aquí algunos ejemplos de acciones solidarias que pueden realizar con sus niños y que nos ayudarán a seguir ayudando: 

  • Ordenen juntos su ropa y juguetes, elijan aquellas cosas que por tamaño o gusto ya no utilizan pero que aún están en muy buenas condiciones y definan juntos a quién regalarlas para que otros niños puedan disfrutarlas. 
  • Cocinen juntos un plato de comida y llévenselo a alguien que esté pasándolo mal. También pueden realizar juntos una compra de supermercado y elegir dónde llevarla para ayudar a que personas menos afortunadas tengan un plato de comida caliente en sus casas. 
  • Si ven un animal herido o perdido, ayúdenlo. Pueden llevarlo a la veterinaria o acercarle comida o agua, según sus posibilidades. 
  • Si ven un niño que se lastima en una plaza, acérquense juntos a ayudarlo y preguntarle cómo está o si necesita algo. 

COMO VEN, ENTRE TODOS PODEMOS CONSTRUIR UN FUTURO MEJOR… EMPECEMOS HOY.