"Las familias deberían apoyar a sus adultos mayores, compartir con ellos, respetarlos, considerarlos".

Elena Rada tomó el control de la Fundación Humanitaria Cavirata después de la muerte de sus padres, Ramón Rada y Ana Donath, quienes crearon la institución en 1925.

Ella ha duplicado la cantidad de viviendas del hogar Cavirata, pasando de 8 a 16 casas, para acoger a 28 adultos mayores que antes estaban abandonados y desvalidos. La Fundación ofrece una casa digna y gratuita de por vida a los ancianos, así como atención médica y talleres de manualidades, cognitivos y de acondicionamiento físico, entre otros.

El hogar Cavirata se ha convertido en un lugar de felicidad y digna vejez rodeado de bienestar y cariño gracias a la entrega voluntaria de Elena. El ejemplo de sus padres la motivó a dedicar su vida al servicio de los más necesitados.

Con sacrificio ha logrado sacar adelante un hogar para adultos mayores que es único en nuestro país.

Lo creó su padre hace ya casi un siglo y muchos de los que ahí viven podrían ser sus hermanos menores, los primos chicos o incluso sus hijos.

Realmente impacta. A sus 95 años, Elena Rada luce muy bien. Nadie podría adivinar, a simple vista, la edad que tiene.

¿Su secreto? Mantenerse siempre activa. “Todavía me queda energía”, dice.

Todos los días se levanta temprano y conduce sin problemas su automóvil para dirigirse a la Fundación Humanitaria Cavirata, que actualmente preside en Punta Arenas.

Allí la recibe una veintena de adultos mayores, algunos varias décadas más jóvenes que ella. Se alegran al verla, la quieren y respetan. Para muchos, es la única imagen de familia que tienen.


Asumió el liderazgo de la institución hace 25 años, tras la muerte de su padre, Ramón Rada, quien fundó Cavirata con el objetivo de acoger y ayudar a ancianos en circunstancias de riesgo o abandono.

“Mis hermanos y yo éramos niños cuando el papá comenzó –recuerda Elena–.

Él era un muy buen contador y gracias a eso pudo comprar un terreno y con sus propias manos construyó una primera casa”.


Hoy la fundación cuenta con un total de 18 pequeñas y cómodas viviendas, donde puede habitar una o dos personas autovalentes, de por vida y sin costo alguno. Tiene además un gran salón, donde se realizan celebraciones, talleres y diversas actividades grupales. Este modelo, que ha ido creciendo y mejorando en infraestructura y prestaciones durante la administración de Elena, es único en Chile.

A los beneficiarios se les proporciona todo lo necesario para que vivan sus últimos días con tranquilidad. “De repente hay fallecimientos y esa es la parte triste –comenta–.

Cuando me hice cargo, escuché a muchos decir con pena que se irían a una fosa común. Así fue como, con harto sacrificio, adquirimos un terreno en el cementerio Parque Cruz de Froward, para asegurarles también una sepultura digna”.


Por su labor social, Elena fue distinguida como ciudadana ilustre de Punta Arenas el 2014, reconocimiento que también había recibido su padre. Mamá de siete hijos, con varios nietos y bisnietos, su familia quiso este año postularla al Premio Mujer Impacta.

“Me sorprendí cuando me llamaron para decirme que era una de las ganadoras. Yo no tenía idea que me habían presentado. Lo agradezco y doy las gracias además a la comunidad y a todos los socios y colaboradores que nos apoyan”, sostiene.
A mediana edad, fue una ferviente defensora de los derechos civiles de las mujeres y durante años estuvo a cargo de administrar un criadero de aves que formó con su marido, hoy fallecido. “Tuvimos un excelente matrimonio y llegamos a cumplir 51 años de casados –resume–.

Cuando mis hijos terminaron la universidad, cerramos el criadero y me fui a trabajar a la farmacia que tenía mi esposo. Ahí me quedé mucho tiempo, hasta que lamentablemente él falleció de un infarto cerebral. Fue una cosa muy repentina. Y bueno, a partir de ese momento mi vida cambió por completo”.

Ahora vive sola y reparte su tiempo entre las labores que le exige la fundación y aquellas que realiza con especial dedicación para los suyos. “Lo mejor que me ha pasado han sido mis hijos. Tengo una familia grande. Lo bueno es que soy ordenada, todas las noches escribo una lista de las cosas que tengo planeadas para el otro día… Así no se me olvidan. Y aunque cuento con ayuda, hay tareas que no me gusta delegar, porque quiero estar segura de que queden bien hechas”.

“Los fines de semana me gusta estar tranquila –agrega–. Me dedico a mi jardín y de vida social tengo lo justo y necesario: un bautizo, un matrimonio, pero nada más. No soy de las que andan con amigas de allá para acá”.
Y a propósito de compañías, reflexiona: “La gente que está en Cavirata es súper cariñosa conmigo. Son personas que han sufrido tanto y están solas. Siempre pienso: Dios mío, si yo estuviera en su lugar, ¿cómo me sentiría? Es tremendo. Las familias deberían apoyar a sus adultos mayores, compartir con ellos, respetarlos, considerarlos.

En ese sentido, nos falta mucho como sociedad. No es posible que todos terminemos en hogares… No puede ser.

Elena podría no haber hecho nada… Pero lo hizo.

Dirección:

Luis Carrera 1289, oficina 204, Vitacura

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