El rol del arte en un contexto de conflicto es el de recordarnos nuestro estado primario, en cuanto seres emocionales, racionales, sociales. De la misma manera, el arte abre espacios de reflexión hacia la reconstrucción de la sociedad, denunciando las situaciones que esta se rehúsa a vivir nuevamente.
Por eso, desde 1935 en Chile se conmemora, el 15 de abril, el Día Nacional de la Paz a través de la Cultura, las Artes y el Patrimonio. En aquel entonces, el país se comprometió a la protección en todos los contextos de los lugares culturales. Hoy -y en particular en un período en que el mundo tiene la mirada puesta en la guerra en Ucrania- este es un día para recordar el imprescindible rol de todos quienes trabajan en la cultura, el arte y el patrimonio.
En Mujer Impacta tenemos a varias mujeres de quienes nos acordamos en estas fechas. Aquí, cuatro de sus historias y su increíble labor en la sociedad chilena.
1 – Muralista textil, Janet Figueroa ha dedicado los últimos 48 años al trabajo en arte y artesanía. Siempre lo ha hecho vinculándolo a una labor social con distintos tipos de personas en diferentes zonas de Chile. Su primera experiencia fue en Arica, donde trabajó en un proyecto de INACAP con personas con discapacidad, para darles oportunidades sociales y económicas. Después se fue a Iquique con mucha curiosidad por conseguir posibilidades para ayudar a los demás, así fue siguiendo hasta llegar a Alto Hospicio, donde descubrió un mundo completamente nuevo. “Yo quería que se conociera Alto Hospicio por algo más. Siempre se había conocido la comuna por las tomas y el psicópata. Nosotras lo que hemos hecho es mostrar una cara diferente de Alto Hospicio, una cara más amigable, una cara de mujeres. Eso fue lo que permitió que me quedara allá”, detalla. A través del grupo Las Bordadoras de Alto Hospicio, lo hizo: participaron más de 300 mujeres vulnerables creando grandes murales bordados que cuentan la historia de la zona, generando una excelente fuente de ingresos. Por esta labor, obtuvo el Premio Mujer Impacta en 2014.
2 – Nicola Schiess creció rodeada de música y arte. Luego de titularse, trabajó durante cuatro años en la Filarmónica de Viena en Austria. Para cualquier persona ligada al mundo de la música, era un trabajo soñado. Pero a Nicola le faltaba algo. Pese a estar en la cima de su carrera, decidió dejarlo todo por otro sueño; acercar la música a Chile. La familia de Nicola estaba ligada a negocios en el sur, y su papá convenció a la Municipalidad de Frutillar para que les cediera un terreno en donde construir el Teatro, tras lo cual les facilitaron uno en la orilla del lago, donde antes estaba emplazado un hotel que se quemó en 1996. En el intertanto, el padre de Nicola murió y los hijos se comprometieron en el proyecto. El 2010, y tras seis años de trabajo, terminaron de construir el Teatro, que cuenta con un anfiteatro de 280 butacas y la sala principal con 1.200. Varias de las obras presentadas ahí son con fines educacionales como parte del programa Edu Vida, donde se acerca a los niños en forma interactiva a expresiones artísticas. Gracias a este trabajo, fue reconocida por la Fundación Mujer Impacta en 2015.
3 – Nacida y criada en La Legua, como ella misma se presenta, Fabiola Salinas creció viendo todos los días a su madre instalada frente a la máquina de coser, en cuanto su padre se iba a su trabajo como bodeguero en una tienda del centro de Santiago. Gracias a eso, ni a ella ni a sus dos hermanos les faltó nada para vivir, en comparación con muchas otras familias del entorno, y dice haber tenido una infancia humilde, pero feliz. De adulta, Fabiola creó el grupo de Baile de Baile Folklórico Raipillán, una iniciativa que se convirtió en una forma de apoyar a su comunidad, La Legua. Empezó con 18 jóvenes de La Legua y a los pocos años ya eran más de 100. Hoy participan niños, adolescentes, jóvenes y adultos (de 3 a 65 años) en distintos roles dentro de la agrupación. Presentan sus bailes folclóricos de distintas partes del mundo todas las semanas en festivales, fiestas comunales, colegios, empresas, programas de televisión, actividades regionales e incluso en el extranjero (el 2011, 35 integrantes viajaron a Portugal, España y Francia a mostrar su talento). Por esta iniciativa obtuvo el Premio Mujer Impacta en 2015. 4 – Desde que era niña a la venezolana Ana Vanessa Marvez le fascina la música: la forma como las personas se conectan a través de ella, como aprenden, cómo pueden desarrollarse. Hacia 2015, sin embargo, vivir de la música en Venezuela ya era muy difícil. Por eso, Ana Vanessa tomó la decisión -como muchos- de venirse a Chile. Comenzó a trabajar como recepcionista en una academia de arte, en Ñuñoa. Ahí, se encontraba con filas de personas que se acercaban con currículums impresos buscando dónde enseñar. Incluyendo a decenas de músicos, como ella. Esa situación la hizo crear la Fundación Música para la Integración, que busca unir a músicos de todas las edades y nacionalidades. Hoy la fundación cuenta con cinco centros de formación, tres orquestas y más de 350 músicos involucrados. Por este hermoso trabajo, fue reconocida por Mujer Impacta en 2021.