Una desesperanzadora conclusión tuvo la VI Encuesta Nacional sobre Inclusión y Exclusión Social de las Personas Mayores dada a conocer la semana pasada: en el país predomina una mirada negativa hacia la vejez, sobre todo a causa de prejuicios y desconocimiento hacia esta etapa de la vida.
De acuerdo con el estudio, realizado por el Senama y la Universidad de Chile, el 47% de los chilenos asocia el envejecimiento con sentimientos como miedo y tristeza. Además, la investigación mostró que un 76% de las personas cree que el país no se prepara nada o casi nada para enfrentar el envejecimiento poblacional. En tanto, 72% indica que no se le entrega nada o casi nada de apoyo a las personas mayores que han presentado pérdida de funcionalidad o enfermedades crónicas.
En ese escenario, es más importante que nunca el trabajo que ejercen muchas mujeres en Chile en el cuidado y protección de los adultos mayores.
Es el caso, por ejemplo, de Elena Rada, Premio Mujer Impacta 2018 por su Fundación Humanitaria Cavirata. Ella, a sus casi 94 años (que cumple a fines de este mes), cuida a personas mayores en situación de vulnerabilidad en Magallanes, de forma gratuita.
“Mi papá siempre decía que los adultos mayores eran los que estaban más expuestos a todo: a la fragilidad económica, al abandono social, al olvido… Eso me quedó grabado y trato de responder a esas necesidades”, cuenta.
En la misma línea, en Fundación Amanoz -cuya fundadora Patricia Pupkin, fue reconocida por Mujer Impacta en 2017- dicen que “el enorme desafío no solo de nuestra fundación sino que también del país es la necesidad de un cambio cultural para integrar e incluir a las personas mayores en todos los ámbitos de desarrollo del ser humano aquí y ahora”, comenta su directora Alejandra Valdés.
Por su parte Maite Zubía, Premio Mujer Impacta 2017 por su Fundación Expresa, que trabaja con adultos mayores en situación de calle, plantea que hay dos grandes grupos: el sin techo y el con techo, pero afectados por la misma durísima realidad. “Ambos grupos conviven con el abandono, la invisibilidad, la precariedad y la soledad”, afirma.
Maite Zubía destaca que hay “valientes trabajando día a día por ir en auxilio de todas esas dignidades heridas, pero infinitamente menos de lo que había antes. La situación es tremenda porque, aunque quisiéramos, estamos todos un poco de manos atadas. Los hogares no dan abasto, el presupuesto se achica, las pensiones no alcanzan, la narco-cultura amenaza… Es la última de las condiciones en la que quisiéramos ver a nuestros papás y mamás”.
En ese sentido, hace hincapié en que existen muchas fundaciones, ONGs y grupos vecinales que “no se rinden ni se rendirán” ante esta problemática y que “la esperanza nace de la misma comunidad que se organiza y levanta”. Pero, concluye, “es un mundo inmenso y es crucial visibilizarlo”.