Hasta hace algunos años atrás, Maite Zubía tenía una vida completamente distinta: tres hijos, marido, trabajo, venía llegando de vivir en Estados Unidos… Todo cambió gracias a Pablo Walker, capellán del Hogar de Cristo y el sacerdote que la había casado, y también bautizado a sus niños.

Él le envió una columna en la que planteaba que a Chile no le cabía más indiferencia. Maite lo llamó y preguntó qué podía hacer. Pablo le contestó que ayudar a sacar a gente de la calle. En Chile, según cifras oficiales, hay más de 12.000 personas viven en situación de calle. De este total, 84% son hombres y un importante porcentaje son adultos mayores.

Ese fue el inicio de Fundación Expreso, organización que funciona como un taller de trabajo cooperativo integrado por acogidos del Hogar de Cristo, donde ellos se dedican a transformar maderas viejas en tablas de madera. Su objetivo es rescatar talentos y oficios, restaurando vínculos, generando nueva vida entre sus artesanos, dignificándose a través del trabajo semanalmente remunerado.

“No sabía nada de carpintería, pero una amiga me pasó un libro de cocina y me di cuenta de que todos los platos estaban preparados sobre madera muy rústica. Como no tenía plata llevé un par de lijas y empezamos a trabajar. Cuando teníamos tres tablas las llevé a una amiga y ellas las vendió en 20 lucas. Las primeras tres tablas se transformaron en tres lijas eléctricas, las siguientes en una caladora y después en un taladro. En un minuto nos vimos con dos millones de pesos, quince viejos trabajando, un voluntario y un espacio en el hogar. Ellos empezaron a entrar y a cambiar el trago por esto”, dice Maite, reconocida por la Fundación Mujer Impacta en 2017.

“Lo que hicimos fue súper sencillo, pero bonito. Juntamos maderas y a los viejos. Desechos con desechos. Desafiamos ambas cosas y de eso ha nacido vida nueva, tanto en el viejo como en la madera”, asegura.

Hoy, Maite cree que, para un mejor futuro, los programas de adultos mayores deben estar siempre liderados por mujeres, quienes “suelen estar organizadas y ser aguerridas, logran llamar al voluntariado, a la olla común… El llamado de una mujer siempre es más potente”.

Nuestra Mujer Impacta destaca que hay “valientes trabajando día a día por ir en auxilio de todas esas dignidades heridas, pero infinitamente menos de lo que había antes. La situación es tremenda porque, aunque quisiéramos, estamos todos un poco de manos atadas. Los hogares no dan abasto, el presupuesto se achica, las pensiones no alcanzan, la narco-cultura amenaza… Es la última de las condiciones en la que quisiéramos ver a nuestros papás y mamás”. 

En ese sentido, hace hincapié en que existen muchas fundaciones, ONGs, grupos vecinales que “no se rinden ni se rendirán” ante esta problemática y que “la esperanza nace de la misma comunidad que se organiza y levanta”. Pero, concluye, “es un mundo inmenso y es crucial visibilizarlo”.