Maritza Bustos siempre sintió la necesidad de buscar proyectos sociales que fueran un aporte. Creía que para allá iba su rumbo, pero no tenía tan claro qué hacer hasta que nació su hijo Matías. A sus tres años y medio le diagnosticaron autismo severo. “Lo primero que preguntamos fue qué podíamos hacer para ayudarlo, pero nos dijeron que esta condición no tenía remedio, al contrario, que se iría deteriorando cada día hasta tener que internarlo”, recuerda Maritza Bustos.

Ella no se conformó con esa respuesta y decidió investigar. Leía todo lo que llegaba a sus manos sobre el autismo y terapias que pudieran ayudar a su hijo. Fue así como una doctora, con la que ya había hablado, le guardó un reportaje sobre una madre de Colombia que había apoyado a su hijo con terapia ABA, y sus resultados.

Hasta ese momento, Maritza Bustos nunca había escuchado hablar de ese tipo de terapia. Corría el año 2005 y esa metodología solo había llegado a Colombia y Venezuela a nivel de habla hispana. Pero una vez al año viajaban expositores de Estados Unidos a alguno de los países de Latinoamérica. Intrigada, Maritza Bustos decidió ir donde fuese necesario con tal de conocer más sobre esa terapia. Y así lo hizo. “Fue una apuesta gigante. Sin embargo, viajar a Colombia y conocer la terapia ABA fue lo más acertado para la recuperación de Matías”, cuenta. Allá descubrió que esa terapia ayuda a las personas con autismo en las áreas de desarrollo y aprendizaje de las habilidades necesarias para proporcionarle autonomía. “Se trabajan las destrezas académicas y sociales, las habilidades cognitivas, la motricidad, las habilidades adaptativas, los hábitos alimenticios, la higiene personal, el juego adaptativo, el manejo de conductas, la conversación, la anticipación, la empatía y la comprensión de la perspectiva de los otros”, detalla.

A su regreso a Chile sabía que eso era la que necesitaba su hijo. Y decidió, junto a su familia, solicitar a profesionales de Colombia que viajaran a Chile para trabajar con su hijo y enseñarla la terapia. “Matías estuvo cerca de un año y medio recibiendo 8 horas de terapia diarias, en las que me iban guiando y apoyando, y después me decidí a continuar sola”, recuerda.

Pronto, se puso a pensar que en Chile estábamos muy atrasados en terapia para niños con la condición de autismo. “Y no podía contar con esa terapia solamente para mi hijo, otros niños tenían derecho también a este rayo de luz para sus vidas”, dice. Así, abrió el primer centro de terapia ABA en Chile, razón por la cual fue reconocida por la Fundación Mujer Impacta en 2017.

“Llevamos 12 años atendiendo a pacientes y sus familias. A niños, jóvenes y adultos entre los 18 meses y los 38 años de edad. En todo este tiempo se ha logrado atender a más de un millar de familias y logrando entregar sobre 150.000 horas de terapia efectiva durante este tiempo. La mayoría de las familias comentan que la terapia es efectiva, pero aún hay familias que tienen temor a conocerla por los prejuicios que se tienen desde sus inicios. Nosotros como equipo no solamente nos preocupamos de apoyar al niño, también nos preocupamos de las familias y de darle a entender que la condición de autismo no es una limitante, que la inclusión debe comenzar por la familia y así la sociedad lo va a comprender de mejor manera”, cuenta Maritza Bustos.

Hoy, Matías tiene 22 años. Maritza Bustos continúa trabajando con él y logrando siempre nuevas metas, y sorprendiéndose con sus logros. “Y me hago la pregunta: ¿qué hubiera pasado si yo hubiera aceptado todos los “no lo logrará por su autismo severo?””, reflexiona Maritza Bustos. “Por eso mi lucha constante es la idea de que un diagnóstico de autismo no puede determinar el futuro de una persona… Muchos van a decir que sus hijos tienen un tope. Yo invito a los padres a no resignarse. Sus hijos van a aprender, de manera distinta, pero van a aprender”, concluye.