La crisis nos afecta cada día más; a todos en general y a las mujeres en particular. Uno de los grandes temas que más intranquiliza a las mujeres, radica en la posibilidad de perder su empleo, o de encontrar uno nuevo a quienes ya lo han perdido. 

A continuación, haremos un recorrido para conocer mejor cómo es que nos está afectando laboralmente esta crisis que parece no tener fecha de vencimiento y que acrecienta día a día sus consecuencias. Es importante entender que son varios los factores que inciden en la participación laboral femenina, sobre todo en tiempo de crisis, y que será importante no sólo analizar los números actuales, sino tener en consideración un abordaje histórico de todos estos factores que han marcado la situación laboral de las mujeres en torno a la sociedad en la que participan. Partiremos de una premisa: siempre que enfrentamos una crisis económica seremos las más perjudicadas porque siempre la enfrentaremos desde una posición de desventaja. 

Según la última encuesta trimestral de Ocupación y Desocupación (EOD) realizada por el Centro de Microdatos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, la tasa de desocupación en Santiago fue del 15,6% siendo esta la más alta registrada en los últimos 20 años. Si diferenciamos estos datos en términos de género, veremos también que del universo de mujeres en edad para trabajar solo se encuentra con empleo el 46,1% (es implica un 6,8% menos que las mujeres que tenían trabajo antes de que comenzara la crisis del COVID-19). Estos números, lamentablemente, se han acrecentado fuertemente en todo Chile en el último año (considerando la crisis que vivió el país en Octubre del año pasado y que continua), por lo que, como consecuencia directa, podemos decir se ha incrementado la inactividad laboral de las mujeres… aunque no por decisión propia. 

Paula Poblete, directora de estudios de ComunidadMujer, en una entrevista al diario La Tercera, cuenta que previo a la pandemia, el 60% de las mujeres en Chile estaban insertas en el mercado laboral, principalmente concentradas en cuatro áreas: el comercio, la educación, los servicios sociales y de salud y el trabajo doméstico en casas. Estos son de los cuatro sectores que más se han visto afectado con la crisis sanitaria por lo que, al cerrar el comercio, muchas mujeres han quedado sin trabajo o con sus contratos suspendidos. Del mismo modo, quienes trabajaban en casa particulares, no han podido continuar con sus tareas; muchas de estas mujeres, informalmente contratadas, han quedado sin su fuente de ingreso y sin protección social. La Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) reveló en un estudio realizado hace unos años que solo el 23% de los empleadores en Chile eran mujeres. A diferencia, por ejemplo, del servicio doméstico en casas particulares, realizado en un 97% por mujeres. 

Es importante entender que otro de los motivos por lo que en épocas de crisis se dispara el desempleo es porque según la definición económica de empleo, se considera desempleado a quien no trabaja, pero que además tampoco esta buscando empleo. A aquellas personas que no poseen trabajo pero se encuentran en la búsqueda, se las considera inactiva laborales, no entrando en las cifras de desempleo. Sin embargo, ante la crisis y con la sensación de que será imposible conseguir un nuevo trabajo, muchas personas desisten en su búsqueda formando, ahora si, del universo considerado “desempleado” en las estadísticas. 

Del mismo modo en que son muchas las mujeres que han quedado sin trabajo, es clave considerar el tiempo que llevará, pasada la crisis, que estas mujeres logren recuperar sus puestos. Se estima que estos números reflejan un retraso de 10 años, es decir, volvemos a los números que teníamos en 2010 en términos de participación laboral femenina.

Sumado a esto, y tomando el ejemplo ocurrido en Europa, pudo observarse como en muchos países que se comenzó a levantar el financiamiento en pos de reactivar la economia que se tradujo en la reapertura de locales comerciales, se exigió a empleados y empleadas volver a sus puestos de trabajo. Sin embargo, son muchas las mujeres que se han visto obligadas a renunciar al mantenerse cerrados colegios, jardines y sala cunas. No todas cuentan con una red de apoyo que les permita regresar a sus trabajos y que alguien cuide a sus hijos durante la jornada laboral, inclusive considerando que los principales cuidadores tienden a ser los padres (abuelos de los niños) que continuan confinados por considerarse la mayor población de riesgo ante la pandemia. 

¿Qué nos espera para los próximos meses? Probablemente un panorama dificil, pero del que seguramente y como siempre lo hemos hecho, saldremos adelante. Será importante plantearnos, y seguir luchando, por un sistema que no evidencia la división sexual del trabajo ni el carácter patriarcal de una estructura laboral que ya ha quedado obsoleta en gran parte del mundo. Será importante plantearnos un sistema nacional de ciudadanos en el que las tareas, todas, se consideren como parte de la econonomía productiva. De esta forma, y solo de esta forma, es que podremos soñar y concretar un país en donde las tareas del hogar estén igualmente divididas entre todos los miembros del hogar, y del mismo modo la actividad empresarial, económica y de mercado.