Paulina Soto viene de una familia a la que nunca le faltó qué comer. Pero todos siempre se volcaron a ayudar al prójimo. Sus padres y abuelos le enseñaron que siempre habrá un lugar en la mesa para quien quiera sumarse a comer. Y esa idea la ha llevado a la práctica.
Desde hace más de siete años Paulina funciona 24/7 entre la oficina donde es secretaria, la familia, la cocina y la calle. Todos los viernes sale más temprano de su trabajo y llega a su casa a cocinar: no solo para sus cercanos, sino para más de 200 personas que viven en situación de calle en Quilicura.
“Yo llegué a Santiago con una luca. Pero logré estudiar, hoy trabajo en una oficina de abogados, tengo un techo, tengo una familia, tengo qué comer todos los días… Entonces empecé a devolverle a la vida todo lo que me ha dado haciendo esto (repartir comidas). Me apasiona hacerlo”, comenta Paulina, reconocida por la Fundación Mujer Impacta en 2018.
“Al principio yo salía a repartir sándwiches y cafés. Pero esa idea fue creciendo: al principio eran solo 30 sándwiches y un termo… Hoy entregamos semanalmente más de 200 raciones a personas en situación de calle”, dice.
Un fin de semana largo no fue, decidió irse a la playa con su familia. Y cuando volvió a repartir, uno de los beneficiarios que ya la conocían le dijo, como en broma: “Tía, ¿por qué no vino?”. Le caló hondo. “Me di cuenta de que, si bien ellos no me piden, sí esperan que llegue con algo, están acostumbrados. Saben que el viernes en la noche van a comer rico, tomarán un café calentito o un vaso de jugo en verano”, afirma.
Paulina siempre piensa: si estuviera en la calle, ¿qué me gustaría que me llevaran? “¿Una hamburguesa de 100 pesos o una comida casera rica? ¿Qué comerías tú…? Entonces, llévales lo mejor que puedas darles”, reflexiona la fundadora de “Me pongo en tu lugar”.
Cada semana esta Mujer Impacta tiene que motivar a la gente a través de redes sociales para que no decaigan las donaciones y que no alcance la meta. Dice que vive “una Teletón cada semana”. Cuando no logra llegar a la meta de reunir todos los alimentos, Paulina abre su despensa y completa con lo que hay en ella. “No me preguntes cómo, pero si me faltan cinco kilos de arroz, los encuentro”, sostiene y se ríe.
Muchos le dicen: “¿Por qué no lo dejas?” Otros le preguntan. “¿Qué ganas tú?”. Es su opción, simplemente. Su pasión por apoyar, por acompañar.
“Cuando la gente que colabora con esta causa va conmigo a repartir comida, se da cuenta de la realidad y puede ver qué se hace con el kilo de arroz o con los cinco mil pesos que dona. A todos los invito a que vengan a cocinar, a emplatar, a salir… A muchos les da susto ir de noche. Pero se hace así por un problema de tiempo, ya que todos los que participamos tenemos un trabajo”, comenta.
Gracias a su labor, ha salvado a varias personas de morir de hipotermia, porque pudo darles algo caliente o llevarlos a un albergue. También, después de ser reconocida por Mujer Impacta, pudo convertir su iniciativa en una fundación, y ha logrado sacar a algunos jóvenes de la calle. También empezó a conocer gente nueva y muchas personas se convirtieron en sus “ángeles”. Uno de ellos, por ejemplo, se ofreció a pagarle alojamiento en una pieza a una pareja joven para que así tuvieran una residencia formal para poder buscar trabajo.
Tras esas experiencias, Paulina Soto hace un profundo y sentido llamado: “No miremos en menos a las personas que la están pasando mal o están en la calle”.